Para
los que piensan que por no haber tenido más apagones, la crisis ya está resuelta, o los que tal vez suponen que
las fallas eléctricas a nivel nacional
son asunto de pasado, sepa que varias ciudades y pequeñas poblaciones del
interior del país están padeciendo racionamientos fuera de cronograma de
hasta ocho horas contínuas, con el consecuente agravio expresado en improductividad, inseguridad, pérdida de dinero,
recursos y alimentos, así como incomodidades a todo nivel sin poderse
resignar a esta precaria situación.
Y
es que, aunque la vida del caraqueño está plagada de problemas y escasez de
agua, transporte, seguridad y servicios,
no es menos cierto que el suministro eléctrico al igual que la gasolina se mantiene
a costa de varias localidades del país
cuyo racionamiento es insostenible ya que apunta al colapso económico de la provincia.
Mientras
en el Zulia y Táchira se registran apagones diarios que pueden durar hasta 20 horas, Caracas no está incluida en
el plan de distribución de carga eléctrica, aun cuando sectores de Baruta y
El Hatillo están sometidos a cortes casi a diario.
Es
evidente que pese a los esfuerzos del régimen madurista de minimizar el impacto mediático y político que se
suscita en su contra cada vez que su pésima gestión impacta en la capital, las interrupciones
siguen castigando fuertemente a los caraqueños.
Un
apagón en Caracas incide directamente en
el funcionamiento de miles de ascensores, sistemas eléctricos de seguridad,
semáforos, surtidores de gasolina, telecajeros y el transporte subterráneo,
que pese a su lamentable situación, sigue siendo el primer medio de transporte masivo de los capitalinos.
Por
toda respuesta, el régimen no contempla una solución definitiva de esta
realidad. Solo es capaz de
responsabilizar a eventualidades de nuestra fauna y flora, a saboteos de la
oposición y hasta a gobiernos extranjeros por esta crisis eléctrica a la
que aún no se le ve solución.
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